La sorpresa es un asunto cotidiano si nuestro sentido de lo trascendental pretende llevarnos a la grandeza de un camino que nos confirma en cada paso, el itinerario del porvenir se llena de valentía en una encrucijada recién pavimentada, en un orden no natural para mis delirios y sus finales perseguidores, sentarse y contemplar el proceso, cual catador de principios inimaginables sin su copa de causas perdidas.
La distancia es una presunción obsoleta de unos brazos medidores, sin paréntesis ni palabras, de razonable proporcionalidad entre lo que se dice y lo que cae, la suposición de los cuerpos no visibles y sus configuraciones holográficas. Una cercanía cronometrada y dividida en porciones de aire y ganas, si ya el camino te culpó de la primera alegría de mayo, que te disculpe la distancia si en diez respiros pudiste llevarme a tus brazos y que me disculpe la distancia si decido encerrarme contigo entre dos paréntesis y un verbo.