Los mundos mejores caminan enumerados, sabiéndose deseados en los planetas grises, paralelos al souvenir exquisito de la buenaventura, cabizbajos, suponiendo lo inalcanzable de su propia esencia, de su ausencia en los diccionarios de las razonables formas de andar.
Los días cansados se van a dormir contando deseos de lana blanca y pies de grafito, huellas de lápiz, grafías temporales para un caos mayor a la suma de todas sus líneas, una esperanza a plazo fijo, ocupas del mal ajeno, caminos que se sirven en la ducha, mojados caminos de sal.
Los tiempos difíciles le temen al compromiso, se van cuando se dan cuenta que siempre puede ser peor. La espera es un hombre deseando quedarse sin cosas que perder. Una silla sin patas en un corazón sin sangre, ese es el futuro del esperador y su lista.