Todo lo asumido es una pared en blanco, un límite comprado con despedidas cordiales, las afirmaciones saben decirme lo contrario cuando la esperanza es un juego previo, sin líneas ni espacios para los causales, con un bemol en su armadura, así el caballero andante se esconde de sus deidades atonales.
Todo lo esperado es una señal en blanco, una reciprocidad de huellas mal queridas, esta vez perseguidos por la intención de no intentar, por lo no asumido anteriormente, casualidades posfechadas para deudas otoñales sin contemplaciones cromáticas, como arrendatarios de una impecable culpa.
Todo lo no olvidado es un protocolo en blanco, un abrazo que por no llegar decidió valer menos cada tarde, en una orilla que a las seis se queda sin oleaje, sin la palida versión de un amor propio, ¿Que quisiste ver aquí, amigo? Lo perdido es un porvenir en blanco, un vestido y su lunita cantora.