Llegué en invierno

¿Cómo y por qué llegamos a extrañar ciertas cosas? Esta pregunta constantemente se pasea por mi cabeza, es visitante recurrente de mis pensamientos, parte integra y fundamental del gremio de las interrogantes, creo que sabe cómo hacer su trabajo, claro, eso suponiendo que su trabajo es convertir a las personas y lugares que extraño en variables de una ecuación imposible de resolver, pero que me encanta mirar y creer que estoy entendiendo de a poco sus repercusiones en el mundo material.

Días de extrañar han llegado, o por lo menos ese es el nombre que quise darle a estos días antes de haber llegado, porque eran los días de estar lejos de todo lo que, hasta ahora, me definía, la escenografía de mi existencia siempre ha tenido un toque tropical, o por lo menos un espacio más cálido que nada, mis abrazos son del sol y el sentido que rodean es el mar, mi amor es el mar y yo soy el amor que profeso.

Llegué a la Argentina en invierno, para muchos eso no tendrá importancia y pasa a ser otro dato inútil de mi vida escrita, pero para mí es un elemento particular e importante en la ecuación melancólica por estos días. No puedo decir que el invierno llegó, porque cuando yo vine él ya estaba, no conozco esta ciudad sin invierno, no tengo un recuerdo de mí caminando en shorts por estas calles, así como no tengo un recuerdo de mí en Adicora con tres chaquetas y un bufanda, nada de esta frialdad ambiental se puede asociar al pueblo que llevo en el alma, no puedo extrañar el calor de una ciudad que al darle la mano por primera vez ya estaba fría, he tratado de pensar cómo era Buenos Aires en otoño y así añorar sus otoñales calles, pero no sé cómo es un otoño, en Venezuela la definición de un otoño es: un calor más arrecho que el coño, definición que sirve también para el verano y la primavera, entonces no logro añorar nada de lo que me rodea en sus mejores tiempos, y resulta que mi forma de estar siempre tiene que ver con el pasado y lo que deseamos que vuelva.

Es así cómo me siento en un limbo donde se consiguen los que siempre van de paso, sin ganas de hablar de mi pasado y con la incertidumbre bien puesta, tratando de recordar direcciones y perdiéndome de vez en cuando, sin extrañar aún mis calles llenas de salitre, y creo es ahí donde está el meollo del asunto: es mi primera semana acá, aún no extraño nada de mi vieja vida y no logro extrañar nada de esta, a pesar de que esta ciudad me encanta de cierto modo, no logro mirar nada con cariño, es como bailar reggaeton con la chica más linda de la fiesta, pero no es tu linda chica y a ti te obligaron a ir a la jodida fiesta, es no importar dónde estás porque no logras sentir que estás.

Solo para dejarlo claro debo decir que esta ciudad me encanta y no pretendo abandonarla en el futuro inmediato, esperaré tranquilo que pase el invierno y, quizás, llegue a ser una rara especie de persona que extraña el invierno y sus particularidades, sólo porque fue el primero en recibirme, esperaré a que la primavera me traiga un hogar lleno de sentido, lleno de raíces. Tengo dos meses para organizar mi pasado, tratar de encontrarme un presente y ponerlo en algún rincón primaveral lleno de futuros, mientras tanto sigo viendo la ecuación sin encontrar respuestas, escuchando en mi cabeza una canción que yo mismo escribí, que dice: “no sé porqué pasa que en mi mundo una regla es extrañarte”, verificando las constantes y preguntándome de nuevo cómo y por qué llegamos a extrañar ciertas cosas, ciertas personas.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s