Si para algo los días tienen nombre y apellido es para cumplir con el protocolo de los ciclos de manera exacta. El 1 de mayo es el aniversario de la muerte de uno de los personajes más queridos de mi historia, desde el 2014 esta es una de esas fechas que dispuso el tiempo para que yo estuviese triste, o más bien para que reestructurase mi pena, pasarla a otro nivel y adornar un poco la gaveta donde se encuentra, pasa también que este día por su naturaleza reflexiva me ayuda a replantearme un montón de cosas de mi existencia.
Este año estaba yo de lo más tranquilo con mi pena, tipo relajado refundando mis tristezas de mayo y metido en Instagram, cuando un amigo sube la imagen de un post cuyo título era: “Mil gruyas de papel”, era el más reciente post de un blog que hasta ese momento no conocía, “Elsarirouge” de María Fernanda Salazar y del que ahora soy lector asiduo, el comienzo del post dice algo así: “Existe una leyenda Japonesa según la cual, si una persona logra hacer mil gruyas de origami, los dioses le hacen realidad su mayor deseo”. Esta leyenda me pareció muy chévere y también pensé que sería la oportunidad perfecta para reafirmar la importancia que tiene alguien para mí.
Así fue como terminé metido en Youtube buscando un tutorial de cómo hacer gruyas de origami, hice mi primera gruya y muy orgulloso del trabajo realizado le envié una foto a esa persona diciendo algo como: “999 más de estas y te consigo caminando por la calle”. Aunque no mentía al decir que sería capaz de hacer mil pajaritos de papel con tal de verla, pues no era mi intención hacerlos, porque los dioses japoneses no son mis dioses y la verdad es que a veces ni a los míos les tengo mucha confianza.
Pero no contaba con las propiedades relajantes de la papiroflexia, y como estrés me sobra por estos días me dispuse a seguir con esto de hacer pajaritos de papel de manera terapéutica, pero ya al décimo pajarito me estaba tomando en serio la cosa y ya hasta había adoptado alguna deidad oriental para hablar mientras voy por la vida doblando papel como un demente. Como los dioses japoneses no son bobos este me vive cayendo a preguntas, cosas como: “¿Y que hace uno cuando se consigue un mayor deseo por la calle? ¿Se le invita una arepita con aguacate y un batido de cambur o se le invita a quedarse y no irse más nunca?”. Es así como se comienza a estructurar un deseo.
Hasta hoy llevo 65 pajaritos de papel ¿Qué por qué me detengo en este número? Porque ya hoy me he despedido de mi pueblo y allá se han quedado mis 65 gruyas en una gaveta. Siempre voy por la vida tratando de leer las señales del tiempo, hace poco más de dos meses comencé con esto y ya hoy me estoy yendo lejos en busca de tiempos mejores, aun no sé qué quiera decir esta señal, pero seguiré haciendo pajaritos de papel, y nunca he de olvidar que siempre estará una parte importante de mis sueños esperándome en Adícora, la parte más importante: el comienzo.
Ya mi dios japonés me dijo que no debía esperar tanto para encontrarme a esa muchacha por la calle y brindarle su arepa de aguacate o lo que sea, porque siempre he estado claro que ese no era el mayor deseo, porque mi deseo se parece más a un amanecer sin su ausencia, mi pana el dios también dice que como me encanta hacerme el pendejo no soy capaz de escribir lo que de verdad quiero que pase… Que dios tan pasado, seguro Jesucristo o Mahoma no me dirían eso. La verdad es que no sé si mi mayor deseo quiera ser deseado, a lo mejor por despistada aún no se da cuenta de que es parte exacta de mi destino (porque despistada si es la muchacha), o a lo mejor soy yo el que está leyendo mal las señales del tiempo y mis pajaritos terminen llevándome volando a otros lados, ojala no sea esto último, pero es imposible saberlo en este punto del camino, lo importante es creer que algo grande se viene porque algo estamos haciendo para lograrlo. Ahora solo quiero sentarme un rato a prepararme para lo que vendrá, mirar al futuro con esperanza y creer que estoy a 935 pajaritos de papel de mi gran deseo.
P.D: leanlo!! https://elsarirouge.wordpress.com/